Con motivo de un nuevo día por la Acción por la Tolerancia y Respeto entre los Pueblos, en conmemoración del genocidio contra los armenios comparto con ustedes un adelanto de lo que será APRENDIENDO PARA NUNCA MÁS GENOCIDIO. Los genocidios del siglo XX y los genocidios en la actualidad desde una perspectiva de género, un debate abierto.
Mi nombre es Aurora, nací el 12 de Enero de 1901, en Elazığ, hoy Turquía; en aquel momento el Imperio Turco Otomano. Mi familia estaba compuesta por mi padre, mi madre, mi hermana mi hermana 3 años mayor que yo, mi hermano y 3 hermanos pequeños. Llevábamos una vida tranquila y sin problemas económicos. En las pascuas de 1915, la Primera Guerra Mundial, ya había comenzado, pero para mí era algo lejano. Estaba muy contenta porque mi padre mi había dicho que iría a una escuela europea y que mi hermana pronto se casaría. Hablábamos de esos temas con mi hermana Lusanne cuando recibimos una visita. Era el gobernador turco Husein Pasha, venía por mí. Estaba llevando mujeres jóvenes para su harén. Le dijo a mi padre que sólo entregándome podría salvar al resto de la familia, que las matanzas hacia los armenios habían comenzado, que los hombres eran colgados y las mujeres atacadas por los kurdos. Le rogué a mi padre que me dejara ir para salvarlos, pero mi padre no quiso, dijo que jamás entregaría a una de sus hijas, mi madre lloraba y decía, tu padre ha hablado por todos, será lo que Dios quiera.
En esos días los sacerdotes recorrían las casas de los armenios para confortarnos y rezar con nosotros. Para empeorar las cosas, las cárceles fueron abiertas y liberados todos los criminales, el gobierno les entregó uniformes y armas. Nos dieron la orden de no salir de nuestras casas, porque todo aquel que no estuviera en su casa al mediodía sería severamente castigado; pero ni mi padre ni mi hermano estaban en casa, nos desesperamos. A las cuatro los ex convictos, ahora soldados completamente ebrios vinieron por mi padre, pero no estaba. Nos preocupamos muchos pero vimos por la ventana que se estaban llevando a los hombres ricos, a los intelectuales y sacerdotes. Muchas de sus esposas salieron corriendo junto a sus seres queridos y eran golpeadas con las bayonetas de los soldados. Un profesor de la escuela cristiana y su esposa fueron asesinados allí mismo, sus hijos pequeños gritaban pero ninguno de los que vimos eso fuimos a ayudar a los pequeños. Estaban todos acusados de traición, de colaborar con los enemigos del Imperio. Fueron llevados a la prisión, torturados y trasladados a las afueras de la ciudad, allí a las orillas del río los mataron. Sabemos esto porque uno de ellos se hizo pasar por muerto y sobrevivió. A la mañana siguiente convocaron a todos los hombres mayores de 18 años, el que no asistía a las 9 a la plaza sería asesinado. Mi padre se despidió de todos nosotros y mi hermano lo acompañó. Un soldado lo vio y lo obligó a ponerse con los demás, mi padre protestó, porque mi hermano sólo tenía 15 años, pero ya era tarde. Por la noche pudimos acercarnos y llevarles dinero y comida, porque nos enteramos que emprenderían un viaje en el desierto. Nunca más volvimos a verlos.
Nos encontramos con Abdoullah Bey, el jefe de policía, un musulmán que había sido amigo de mi padre. Nos dijo que no podía ayudarnos, que había llegado una ley que decía que todo aquel que ayudara a cristianos sería asesinado junto con su familia. También le ofreció a mi madre llevarnos a mi hermana y a mí como concubinas a un harén pero debíamos convertirnos al islam, además nos advirtió que los kurdos tenían permiso de entrar a la ciudad y robarnos, es más esa misma noche entraron y se llevaron a varias mujeres. Mi madre no aceptó, a los pocos días justo cuando nos enteramos que todos los hombres que habían partido de la ciudad, entre ellos mi padre y mi hermano estaban muertos, llegó la orden de deportación. Vendimos nuestros bienes por centavos y nos preparamos. Muchas madres entregaron a sus hijas a los harenes para salvarse o salvarlas de los kurdos o los soldados. Sabíamos que nos deportarían pero no sabíamos cuándo, ni a dónde.
En la plaza estábamos todas, las mujeres y sus pequeños hijos. Los soldados venían todas las noches y se llevaban a las niñas que elegían para violarlas, de las que se llevaron muy pocas volvieron. A la mayoría las mataban y algunas eran llevadas y no sabíamos a dónde. También vimos cómo se llevaban a los niños huérfanos, dijeron que a un orfanato, pero al día siguiente nos enteramos que los habían ahogado a todos en el río. Encontramos sus cuerpitos unos días más tarde cuando pasamos por allí. Estaban atados en grupos de 10 niños.
Cuando comenzamos la marcha, los soldados pusieron a las ancianas en carros, y pusieron a los niños más pequeños cuyas madres tenían otro bebé en los brazos junto con ellas. Como a las cuatro horas quedaron atrás, peguntamos dónde estaban y nos contestaron que las ancianas y los niños pequeños eran un estorbo y que los habían matado a todos. Todos los que quedaban atrás por el cansancio o la sed eran asesinados al costado del camino. Para evitar ser violadas mi hermana y yo nos tapábamos todo el cuerpo, con muchos trapos y nos cubríamos la cara con barro. Así tratábamos de dormir, pero tanto durante la noche escuchábamos los gritos de alguna mujer que estaba siendo vejada por los soldados. Los vecinos que obtenían permiso se acercaban y nos compraban lo poco que teníamos a cambio de comida. También se llevaban niños y niñas a cambio de comida.
Una noche los soldados acamparon un poco lejos y no se sorprendieron cuando llegaron los kurdos, llegaron a caballo. Pisaron a muchas mujeres luego se pusieron a buscar jóvenes. Me aferré a mi madre y a mi hermana. Uno de ellos me descubrió, me frotó la cara y descubrió el barro, me rasgó el vestido y me soltó el cabello. Estaba perdida. Me subieron al lomo de un caballo y me llevaron, grité y escuché los gritos de mi madre hasta que me desvanecí. No podría contar todos los horrores que vi y que viví durante el año que estuve caminando el desierto en una marcha hacia la muerte. Me vendieron varias veces, me violaron, me obligaron a caminar desnuda por las calles, a renunciar a mi fe, a ver morir a toda mi familia, primero mi hermana Lusianne que murió en mis brazos, mi hermanita que fue arrojada al vacio porque ya no podía caminar, mis hermanos menores que intentaron defender a mi madre, mi madre y mi tia embarazada. He visto el horror del hombre sobre criaturas inocentes, niños recién nacidos, ancianos, mujeres, mutiladas, violadas, vejadas, crucificadas, quemadas, en fin, he visto morir de hambre y sed a miles de personas, y estoy segura que he sobrevivido para poder contárselo a ustedes, para que sepan que esto ocurrió con mi pueblo los armenios, y que fue por odio. El odio de humanos contra humanos. Recuerden mis palabras para que esto no vuelva a suceder.
Aurora Mardiganian tenía 14 años cuando fue obligada a caminar más de 2.250 kilómetros por ser armenia, fue secuestrada y vendida en varias oportunidades, hasta que logró escapar a Rusia y de allí a Estados Unidos, donde contó su historia que sirvió como guion cinematográfico de una película muda, que tenía por objeto juntar fondos para ayudar a los armenio que seguían en el desierto, ella misma participó como actriz. Murió en 1994. Hasta nuestros días Turquía sigue sin reconocer el genocidio contra los armenios. "
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